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¿Adiós Costa Mediterránea?

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25 de Enero 2019


En 2014 Barcelona perdía entre 1.5 y 3 mm de litoral, pero en 2017 ha perdido ya 4 mm, igual que Santander. Ciudades como Málaga, Valencia, Alicante y Barcelona podrían desaparecer antes de que termine este siglo, 
a consecuencia del cambio climático.

POR VÍCTOR H. RÍOS / BARCELONA, ESPAÑA

El video no deja lugar a dudas: temperaturas extremas que colapsan sembradíos, sequía imparable en lugares que hoy son campos productivos y cientos, quizá miles de kilómetros de litorales arrasados, ahogados por el avance implacable del mar.

Si se tratara de la reseña de una película, sería El apocalipsis, dice Flor de María Granados, una activista del Movimiento Ecológico Alterna, en esta ciudad, pero apenas es una proyección de datos concretos confirmados por el propio gobierno: España, como ninguna otra nación europea, es una de las regiones más expuestas a sufrir los efectos desastrosos del cambio climático.

Según estas proyecciones, la mayoría de las ciudades ubicadas en la línea costera mediterránea, con Barcelona, Alicante, Valencia y Málaga a la cabeza, verían desaparecer sus playas y buena parte de la tierra más próxima al mar, antes de que culmine el siglo XXI.

El desastre ya está ocurriendo. Si en 2014 el catedrático Íñigo Losada, de la Universidad de Cantabria, explicaba que la costa española perdía entre 1.5 y 3 milímetros de litoral anualmente, para 2017 la pérdida se elevó ya a 4 milímetros en zonas como Santander y Barcelona.

En el informe Impacto del Cambio Climático, difundido por el Ministerio de Agricultura del gobierno español en mayo pasado, se confirma que el proceso de desertificación es hoy más grave de lo previsto, supone un riesgo para los ecosistemas más frágiles de la península ibérica y, de no frenarse a tiempo, podría ser peor hacia las décadas de 2040 y 2050.

En su último informe sobre emisión de gases de efecto invernadero, de abril pasado, el gobierno de Mariano Rajoy aceptó que con las medidas que tiene actualmente, para 2040 sus emisiones no sólo no se reducirán sino que serán más elevadas que en la actualidad, lo que significa, por decir lo menos, una catástrofe.

“En una economía inteligente, los modelos de negocio asocian los beneficios económicos con la eficiencia y ahorro energéticos y no con el despilfarro. Ahí está la clave”, asentó Greenpeace en el último informe entregado al gobierno español.

El investigador Javier Martín Vide, director del Instituto del Agua de la Universidad Autónoma de Barcelona, alertó recientemente que las lluvias serán menos copiosas y que las sequías se incrementarán en todo el país, por lo que es urgente considerar que se tomen ya acciones contundentes al respecto.

“Algunos estudios detallados recientes muestran que el promedio de alta de temperaturas en España es superior a la planetaria… podemos prever, en un futuro próximo, una península ibérica de clima más tropicalizado”, dijo en una entrevista.

 

ALERTA ENCENDIDA

Ante el panorama, los españoles encendieron sus alertas. Diversas regiones, como Madrid, Barcelona, Bilbao o Vitoria-Gasteiz anunciaron el incremento de sus programas de ciudades sostenibles, a fin de optimizar sus procesos de gestión de residuos, movilidad y uso de agua, así como para mejorar la calidad del aire y reducir las emisiones de dióxido de carbono.

La alcaldía de Bilbao, una de las ciudades más sustentables del espectro ibérico, anunció el reforzamiento de su llamado “Anillo Verde”, programa con el cual pretende agrupar sus distintos parques forestales en un corredor que podría alcanzar casi los 100 kilómetros a ambos márgenes del río Nervión, que cruza el corazón de esa capital.

La misma ciudad planea ampliar su oferta de transporte público, hacia 2020, para que el desplazamiento en transporte particular se ubique en menos del 30 por ciento del total, uno de los más bajos de España.

Según el urbanista Luis Dueñas, Madrid es la ciudad española más sostenible, aún cuando tiene frente a ella uno de los más graves desafíos para reducir la emisión de dióxidos de carbono y emisiones de vehículos automotores.

Para renovar la Plaza de España, uno de los puntos urbanos más emblemáticos de la ciudad, los madrileños escogieron dos proyectos ecológicos que plantean abrir corredores arbolados y eliminar la circulación vehicular de las dos grandes avenidas que actualmente cortan la zona.

Cuando Donald Trump anunció la decisión de sacar a Estados Unidos del Acuerdo de París contra el calentamiento global, la alcaldesa madrileña, Manuela Carmena, fue la primera autoridad española en criticar la medida: “Alarmada por la decisión de Trump. Las ciudades tenemos un compromiso firme en la lucha contra el cambio climático que no vamos a esquivar”, publicó en su cuenta de Twitter.

Carmena ya llevaba para entonces meses de controversia sobre asuntos ecológicos, porque su plan de remodelar la Gran Vía, la principal arteria urbana de Madrid, eliminaba de golpe cuatro de los seis carriles vehiculares que tiene la arteria, para ampliar las banquetas y espacios arbolados en el corazón de la ciudad.

La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, no se quedó atrás: en su cuenta llamó a Trump a escuchar: “Escucha a las ciudades: el planeta primero. Barcelona con el Acuerdo de París”, escribió la catalana cuya ciudad encabeza la lista mundial de uso oficial de vehículos eléctricos e híbridos.

La ciudad impulsa actualmente dos proyectos significativos: uno denominado Supermanzanas, mediante el cual se establecen nuevos modelos de células urbanas, con mínimo tráfico vehicular y expansión de zonas arboladas, en las cuales se integran bloques de edificios en perímetros ecológicos y peatonales, y un proyecto para reforzar la investigación ambiental universitaria, que permita a Barcelona evitar la catastrófica proyección que se cierne sobre esta para el año 2100.

En el proyecto Estrategia Española de Cambio Climático y Energía Limpia, de la Agencia para el Cambio Climático perteneciente al Ministerio de Medio Ambiente, se plantearon una serie de medidas para apoyar a estas y otras ciudades tanto en la reducción de gases de efecto invernadero como en la transformación de energía mediante combustible fósil a energía limpia, dado que España es uno de los principales receptores de recursos de la Unión Europea en materia ambiental.

“Las condiciones actuales impiden que se tome a la ligera el tema”, dice Granados, la ambientalista que participa en Alterna. Regiones vastas del centro de la península que durante siglos fueron terrenos fértiles, ahora han comenzado a padecer los estragos de las sequías y los cambios climáticos impredecibles.

Sin ir muy lejos: durante el invierno pasado, las costas del norte de España sufrieron las inundaciones más graves que se recuerden en más de un siglo. El mar colapsó amplias zonas costeras, las inundaciones (riadas) se reprodujeron por casi todo el país y las heladas, con temperaturas pocas veces registradas, terminaron con extensas zonas de cultivo. Como en una película sobre el Apocalipsis.